En esta nueva
entrada del blog, voy a comentar el cortometraje “Vestido nuevo” de Sergi
Pérez.
Este cortometraje
empieza con Mario, su protagonista, leyendo una redacción sobre “El carnaval”.
Mario dice que le gusta el carnaval porque puede vestirse de cualquier cosa y
es el único momento en el que se puede quitar la bata. Creo que a Mario le
gusta el carnaval porque, como puede vestirse de cualquier cosa que él quiera,
puede sentir la libertad que no siente en su día a día.
Mario va al colegio
el día de carnaval con un vestido de su hermana, algo que provoca las burlas de
sus compañeros y compañeras. La profesora de Mario no sabe cómo actuar, se nota
que, seguramente, no le había pasado nada parecido antes. Por ello, solo le
sale decirle “vas vestido de chica”. No sabemos cuánto daño podemos llegar a
generar con esa frase, ya que, aunque por fuera tú veas a esa persona como un
niño, si esa persona se siente como una niña, entonces significa que es una
niña. En cuanto a la actuación del personal de administración y servicios, creo
que a la conserje o secretaria del centro (la mujer a la que Mario le pide un
pañuelo) le produce ternura, se ve como
no lo rechaza en ningún momento.
En cuanto a la
actuación del padre de Mario, al principio parecía un poco frío y distante con
él, diciéndole que por qué se había puesto el vestido de su hermana, intentando
llevárselo de allí lo más rápido posible, etc. Aunque, después de hablar con el
director, parece que se había suavizado un poco, le pone su chaqueta por encima
(para evitar que nadie más lo vea así) y le tiende la mano, aunque cuando va a
bajar las escaleras le coge en brazos y le abraza.
Sabemos que los
niños y niñas reproducen en el aula lo que ven en sus casas, es por esta razón
que podemos observar cómo insultan a Mario por su vestimenta. Probablemente no
sepan ni lo que significa lo que le están diciendo, pero en su casa lo dicen
así que ellos también lo hacen. En cuanto a la conducta de los padres de la
clase de Mario, diría que tienen miedo a lo diferente y su forma de “defenderse”
ante lo diferente es con esa clase de insultos. Creo que esto es algo peligroso
ya que, si a tu hijo o hija le enseñas a odiar de esa manera a aquel o aquella
que sea diferente, puede llevarnos a que, después de unos años, sea capaz
incluso de agredir a otra persona por su condición u orientación sexual.
Creo que el
comportamiento de Mario no nos dice absolutamente nada sobre su orientación
sexual, puede gustarte vestir “de chico/a” y ser completamente heterosexual,
puedes vestir “normal” y ser homosexual/bisexual. Pienso que no tiene nada que
ver la forma en la que nos vestimos con quién o qué nos gusta. Sobre su
identidad de género, es probable que a Mario quizás le gustaría ser una niña,
pero para saberlo con certeza se le debería preguntar directamente a él y, en
el caso de ser así, intentar ayudarle en todo lo posible para que sepa que no
está solo y que tiene gente en la que se puede apoyar. También hay que tener
muy en cuenta que no hay que juzgar a absolutamente nadie.
Por otra parte, si
algo así ocurriera en el centro en el que yo hice las prácticas, creo que,
tristemente, el niño o la niña sería juzgado/a más duramente. El centro en el
que realicé las últimas prácticas es un CAES en el que predomina la etnia
gitana y árabe, como ya sabemos, la transexualidad está muy mal vista en ambas
culturas. De hecho, a los niños de la clase en la que hice las prácticas (3
años) les encantaba disfrazarse de princesas, se ponían los bolsos, las gafas,
jugaban con los bebés y hacían como que se maquillaban con las niñas. La
maestra con la que estaba les hacía fotos siempre para, a final de curso,
darles a las familias las fotos de todo el curso de sus hijos e hijas y, un día,
me dijo “no sé si les voy a dar las fotos en las que salen disfrazados de
princesas porque ya se han enfadado alguna vez…”. Esta frase me pareció muy
triste porque, al fin y al cabo, son niños y niñas que están jugando los unos
con los otros y no están haciendo daño a nadie.
Por último, creo
que este tema es una gran oportunidad educativa, podemos enseñar que no hay “cosas
de niños” ni “cosas de niñas”, también podemos trabajar el respeto, la empatía
y enseñarle al alumnado que no tienen que juzgar a nadie y enseñar cómo se
podría sentir el otro.
En conclusión,
aunque estos casos cada vez se den menos (creo que estamos más preparadas y que
tenemos más “conocimientos” sobre estos temas), hay que estar atentas para
intentar que estas personas no se sientan incómodas ni excluidas del resto, hay
que normalizarlo y visibilizarlo.
Mª Belén Sánchez Sobrino 3-T
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